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le hemos dado al conflicto, en Perú - o en el mundo-, el uso necesario?

Iré al origen del conflicto,  brevemente no se asusten, y  me remontaré a Maquiavelo y a Hobbes. (Hoy a Keiko y a Ollanta).

Si bien para ambos - los clásicos- el conflicto es objeto de análisis y un elemento con gran impacto social, la interpretación que cada uno hace de su significado, así como de las consecuencias que este tiene en los procesos sociales, marca dos corrientes y enfoques que podrían confrontarse uno al otro sobre la comprensión del fenómeno.

Maquiavelo contra la interpretación histórica que de los conflictos se había venido haciendo a lo largo de la historia, lo confronta y nos lo presenta como un elemento de avance y progreso, como un fenómeno de necesario análisis y estudio dentro de la construcción de la paz. Para Maquiavelo es favorable que desde el poder se atiendan los conflictos para ser capaces, desde la diversidad de puntos de vista que les originan, de prever las medidas que se deben adoptar. Esto aparece a modo de ejemplo en su consideración a quienes en lugar de enfocarse en las consecuencias positivas que pueden traer consigo los conflictos debido al debate y a la lucha por las mejoras que suponen, “se quedan atrapados en el ruido del proceso”. La política para Maquiavelo - y me uno a él- se constituye de lo que alberga el alma humana; entre otras bondades; la maldad, la ingratitud, la envidia …

Hobbes en cambio y más alineado con los pensadores clásicos, considera el conflicto un lastre, un elemento en el que se juega el equilibrio y la estabilidad social, para él los elementos de conflicto son un caos imprevisible y de muy difícil resolución. Analiza a nivel micro los orígenes de los conflictos. El drama de la supervivencia a costa de la muerte ajena, su afirmación respecto a que “el hombre es un lobo para el hombre” nos remite al ánima de supervivencia humana constante.

Ayer y hoy, es lo mismo; el Estado garantiza la paz, si no se puede garantizar a través de este, nos encontramos en la guerra, en el conflicto social y en la violencia. Aún con este estado que regula y norma, la condición de violencia inherente al hombre, de la mano con las profundas desigualdades sociales, hace que ni en el estado ideal de su discurso la violencia sea algo inevitable ni propositivo para el avance de estas luchas. El bien y el mal, lo justo y lo injusto vendrá dado por el Estado, enfrentándose a las libertades individuales, que son entregadas por la ciudadanía a cambio de un poder absoluto, ya que así es como concibe al Estado, y todo debe conformarse así por el bien común. En cambio, el autor sí valida la violencia legítima del Estado para “corregir” a quienes no respeten, a quienes superen las normas del orden establecido.
Judith Butler, en su libro “Vida precaria”( Paidós 2002 Buenos Aires-Barcelona), escribe la frase que se plantea como elemento de análisis y comparación respecto a los autores anteriores: “ Hay otros afuera de quienes depende mi vida, otros que no conozco y que tal vez nunca conozca”, aquí el conflicto, la tragedia - Sept. 2011 World Trade Center- como plantea Butler, no fue sucedido del duelo oficial, que fue negado, frustrado “oficialmente” y con ello negado también el miedo y la vulnerabilidad impregnadas en las reacciones que trae consigo la violencia, como Keiko Fujimori hoy nos niega y nos encubre esa violencia, como nos impide ver con claridad y pasar a debatir lo que ya sabemos, planteando estrategias "para que no se repita" legitimando nuestro dolor, indignación y sufrimiento, dejándonos hacer nuestro propio luto para evitar más conflictos sociales con las mismas raíces que los anteriores. J.Butler, a su vez que compara el suceso al que hace referencia con otros contextos donde la agresión externa no fue utilizada para realizar un análisis de debilidades humanas y políticas, para repensar de qué modo la violencia no solo llegaba sino que también salía, cuál era el daño que se había generado, cómo poder intervenir en nuevos espacios, cómo poder generar un cambio que permita el avance o para sacar lecciones aprendidas, generar herramientas de cambio … en palabras de la propia Judith “ “ que de la experiencia de la violencia surgiera un marco para pensarla”. No fue así, se desperdició la oportunidad que la tragedia ofrecía, lo que generó fue una nueva oleada de violencia, de nuevas pérdidas, una represión extrema al más estilo de resolución de conflictos de Hobbes. Además esos “otros” deben ser tomados en cuenta a la hora de analizar el conflicto, los “otros” no somos siempre nosotros, no son siempre quienes realizan el análisis, los “otros” no son solo una óptica, sino seres humanos con el mismo valor, un espectro mucho más amplio que el que consideramos en nuestro propio contexto. Me parece escalofriante por lo real la frase de “solo las muertes de los hombres cuyas vidas que contaron como vidas, contaran como muertes”, esta caída de velo que pudo haber sido un elemento valiosísimo de análisis y que prácticamente se plantea como algo irrefutable, fue negado, rechazado. No se supo contener el conflicto, se manejó a través de la fuerza y en un contexto que no estaba preparado para ello, para afrontar situaciones externas que se escaparan a su capacidad de manejo. La tragedia, como otras tragedias relacionadas con otras potencias, degeneraron en un desmesurado poder en manos del estado frente a la agresión, frustrando el duelo, negando la fragilidad y el duelo de manera formal, dejando a un lado la división de poderes que permiten al individuo protegerse de eventuales decisiones arbitrarias del estado. No es esta eliminación o la negación del miedo y del conflicto lo que va a lograr superarlo, por el contrario, no solo no se habrá trabajado sino que no se habrán resuelto sus orígenes en un continuar cada vez más afectado y agonizante de sumar conflictos irresueltos y con ello, la imposibilidad de estar preparados para futuras agresiones a través de la comprensión de sus causas. Este particular duelo debe ser elevado a nivel político, a un nivel que incluya la posibilidad de hacer un trabajo tras la pérdida.

La intransigencia de las posturas gubernamentales complica mucho la validación de posturas que sin estar a favor del terrorismo o la violencia, tratan de encontrar las causas de lo sucedido, las voces públicas va todas en la misma dirección, entre estas voces se discute y se conversa a nivel mediático, no hay otras, no son posibles.

Me viene a la mente una noticia aparecida hoy en un diario nacional en el que un niño de 12 años ha degollado a tres personas en Ciudad Juárez; cual es la deuda que la sociedad tenemos con los niños y las niñas? Con los y las adolescentes para que ocurran estas cosas?, la demanda de las mujeres a las maquilas en la década de los 90 generó una crisis en las relaciones familiares que ha traído infinidad de casos de violencia que podemos ver ahora, cuando estas mujeres, muchas conformadas de hogares desestructurados conformando a su vez un escenario similar, tienen que afrontar la adolescencia de los niños y niñas que crecieron fuera de sus hogares sin servicios sociales que les acogieran. Aceptamos las causas, las hacemos invisible, pero nos lamentamos ante las consecuencias.

A medida que avanza en su relato, que por cierto me ha fascinado, Butler comienza a ahondar en los procesos de duelo y pérdida del ánima humana, duelo interno de la mano de políticas internacionales que lo acompañen, lo eleva a un nivel más macro, más político. También realiza unas acertadas anotaciones sin las cuales el relato quedaría incompleto, sobre el derecho a decidir sobre nuestro propio cuerpo, a todos los niveles donde se ve expuesto y a reivindicar condiciones óptimas para poder ser majeado con autonomía y libertad.
Haciendo una asociación entre este panorama y la frase de Nussbaum “Hay una dignidad y una belleza en la vulnerabilidad y fragilidad de vida humana” debemos regresar inevitablemente a la cuna en la que se basa gran parte del origen del pensamiento de la Doctora; La tragedia Griega, donde varias opciones, varios enfrentamientos con el alma humana tenían la disyuntiva de alabar lo propiamente humano, al mismo tiempo que contemplaban almas mediocres y con delirios de grandeza, lo efímero representa ambas posturas, sin la temporalidad humana, sin su carnalidad, el valor humano con toda su virtud se disiparía. Nussbaund recupera la idea de la necesidad de los otros para complementarme en mis carencias, ya que aunque no estemos ávido de “tener” a esos otros, si identificamos en ellos nuestra complementariedad.

La vulnerabilidad, las pasiones, siendo anuladas a través del uso impropio de la razón conformarían sociedades forzadas, esta razón que puede ver disminuida la probabilidad de conflicto también aminora las capacidades del ser humano de ensayarse, de navegar en las áreas más internas y sombreadas, es la fragilidad que le viene entregada a sí misma como parte de “su humanidad”, la negación del conflicto, que en ocasiones pudiera provenir de las pasiones, vendría a negar también la condición humana que las elabora y desarrolla. Lo perecedero nos lleva a la materia, a los objetos, a lo efímero que arrastrará eventualmente al conflicto, queremos anularlo sublimando lo puramente humano, alcanzar su excelencia, argumentando las desgracias que estos conflictos ocasionan, pero sin estas tragedias la condición humana quedaría incompleta, más vacua.

Esta dignidad y sobre todo está belleza, eran términos utilizados en la época clásica para definir conceptos también políticos, que ahora quedarían descontextualizados, pasarían a convertir un análisis riguroso sobre el pensar y hacer político en un documento subjetivo y de dudosa seriedad. En el caso concreto de la belleza, Martha nos remite a la palabra kalón, que se suele traducir por bello este adjetivo ahora con diferentes connotaciones definía lo bueno y lo amable del mundo en todos los ámbitos de desarrollo humano, también en la política. La parte trágica, la parte que vulnera a la humanidad, la parte ajena al individuo y que le otorga esa fragilidad, llega de parte de lo externo, de parte de la propia existencia, parte inevitable, donde la renuncia y el duelo son parte a incorporar en la vida cotidiana, en el quehacer político y domestico.

Sobre las opciones diferentes que hay en la vida y como elegimos, cómo el conflicto es una fuente de generación de nuevas opciones. El “bien”, la elección correcta no siempre es universal. La diversidad de verdades genera un conflicto interno, una validación de varias ideas como aceptables y bellas, esto encarna la bandera de la tragedia griega permitida y promovida a través del politeísmo regente. Esa libertad griega de elegir entre varias opciones viene de la posibilidad de atenerse a varios dioses a considerar como validar para afirmaciones, más tarde el monoteísmo vendría a terminar con esta pluralidad. Elegir y siempre perder algo en el camino, un bien me lleva por un camino y otro por otro.

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