Si tomamos como referencia un tema como la violencia de género, que actualmente supone una de las principales preocupaciones y vulneraciones de derechos del país, podemos diferenciar cómo se constituye como representación o como sujeto-objeto de derechos, y como se materializa en una categoría de desigualdades.
La ficción (o legislación)
Cómo representación el análisis de la violencia basada en género nos muestra una idilica sociedad que plantea la equidad desde las bases más profundas, ofreciendo sistemas de protección que garantizan el ejercicio pleno a una vida libre de violencia. Una serie de acuerdos internacionales firmados y ratificados por el gobierno mexicano otorgan a la ciudadanía ciertas garantías como sujetos de derechos, del mismo modo que les convierte en una suerte de individuos de deben obedecer las normas planteadas por el conjunto de la ciudadanía. Se ha garantizado tanto la igualdad jurídica de hombres y mujeres como la libertad y la no discriminación. La violencia en cualquiera de sus manifestaciones, por acción u omisión, está duramente penalizada y las penas para los perpetradores están adaptadas a los marcos de garantías de ejercicio de derechos internacionales. Está prohibido el abuso de poder por parte de cualquiera de las instituciones del estado, se entra a revisar la violencia familiar, que antes constituía uso exclusivo del ámbito privado, y nos lleva a proteger a todas las mujeres niñas de cualquier tipo de violencia de donde quiera que venga. El Estado prevé servicios educativos integrales para toda la población, hombres y mujeres, así como acceso a servicios de salud y vivienda, esto repara las carencias que pudiera haber en cuanto a grados de educación secundaria y universitaria, reduciendo o eliminando las brechas, as{i como las garantías de un conocimiento de derechos sexuales y reproductivos por parte de las mujeres, que facilita el manejo de herramientas para, como nos recuerda Matin Hopenhayn, conocer exactamente cuál es la que debemos utilizar, cual es la más apropiada y efectiva si debemos exigir el cumplimiento o la restitución de algún derecho vulnerado. Por supuesto la violencia docente y del personal capacitado en materia de salud queda eliminado y penalizado.
Las políticas públicas se encaminan a facilitar la igualdad y equidad en cuanto a acceso a justicia a través de elaboración de programas efectivos que garanticen protección, atención y salud a las víctimas, así como programas relativos a nuevas formas de entender la nueva masculinidad para a través del compromiso de participación de los varones en los temas referentes al género, lograr un imaginario colectivo que rechaza todo tipo de violencia contra las mujeres y las niñas. La ciudadanía no se puede poner en riesgo, y hay todo un marco normativo que de la mano con los programas nacionales y estatales garantiza los derechos civiles, políticos, económicos sociales y culturales en condiciones de equidad y desde un enfoque de derechos humanos.
Los titulares de las diferentes secretarías competentes se encargarán de velar por este ejercicio de equidad, con atribuciones establecidas y correctamente articuladas.
La realidad
Ya en la práctica, y como categoría, la ciudadanía viene de la mano de una serie de premisas que si bien no son expresamente promotoras de la desigualdad, la permiten y convierten costumbres en leyes, este tipo de costumbres que se perpetúan asombrosamente puede tener diferentes orígenes. México se encuentra entre los seis países con mayor índice de violencia en el mundo, 2 de las 10 ciudades más violentas del mundo se ubican en este país, en la frontera norte, y este país cuenta con leyes aún recientes en materia de protección a la ciudadanía en este tema, podríamos decir que, efectivamente la ciudadanía está en riesgo, o está desestructurada, o socavada, en todo caso, algo pasa con la ciudadanía.
Durante muchos años, razones sustantivamente políticas hicieron que no existiera una sociedad civil fortalecida como la que hoy encontramos en otros países de la región, especialmente en países con Argentina o Perú que vivieron sangrientos conflictos internos que afectaron crudamente la supervivencia de la ciudadanía. México, debido a la influencia de gobiernos asistencialistas con un carácter populista tomado en el sentido más perjudicial de la palabra, logró tener a la población al margen de los asuntos públicos, al margen del conocimientos del destino de los impuestos y con una cierta distancia de la información real de los asuntos políticos delo país. La falta de una sociedad civil organizada se arrastra hasta hoy, donde recién comienza a haber grupos sociales con cierta fuerza y manejo de la exigibilidad de los derechos humanos.
En el tema de género, el feminicidio Mexicano nos ha puesto en la mira en el panorama internacional, siendo monitoreado de cerca por los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos.
Tradicionalmente los flujos migratorios han alterado los índices de población, y han generado inequidades por cuestiones de género; pongamos el ejemplo de numerosas maquilas del norte que recibían a elevados número de mujeres, duplicando en ocasiones el número en población de estas en relación a los varones. Esto de alguna manera normalizó los hogares monoparentales compuestos por mujeres solas con hijos e hijas, trabajadoras, que tenían que dedicarse muchas horas a ejercer su labor en las fábricas dejando a la deriva a los niños y niñas, y expuestos a toda una serie de maltratos que fueron siendo incorporados, en diferente medida, hasta hoy. La violencia que viven las niñas no es la misma violencia que viven los niños, así como las exigencias sociales hacia las niñas no son las mismas que se perpetúan hasta hoy hacía los niños. La violencia que viven las mujeres adolescentes, más enfocada y con mayor grado en lo relativo a la violencia sexual, no es la misma violencia que sufren los varones, una mayor violencia física, pero en todo caso en menor porcentaje, por extensión la violencia que viven las mujeres no es la misma violencia que viven los hombres. Como dice Ana María Martinez; el tratar de comparar nuestros grados de violencia no nos iguala sin embargo en nuestras desdichas…
La incorporación de diferentes elementos de jerarquización histórica que se manifiestan de un modo más o menos occidental desde la época de la entrada de los españoles, ha sido uno de los pilares sobre los cuales se establecen las relaciones sociales y se va conformando la ciudadanía, esto que comienza con la asignación económica la capacidad de propiedad de tierras, la toma de decisiones, el manejo de armas, la elección de sexualidad y sumisión sexual de las mujeres hacia los hombre como objetos a su servicio, va evolucionando como ciudadanía, va dando lugar a un duro trabajo de elaboración de leyes de protección, leyes formuladas por varones principalmente, varones crecidos, educados y criados en un mundo donde los hombres no lloran, donde los hombres comen más y primero, y donde las mujeres desde niñas aprenden las consecuencias de no obedecer. Su marco es el derecho internacional, la parte subjetiva, los tecos de cristal, se incorporan duramente en la instrumentalización de estas leyes, en los programas nacionales y estatales, elaborados más por hombres que por mujeres, con enfoque de hombres, de hombres que pertenecen a una ciudadanía aún ciega en estos temas, que por mucho que sea limada por las ratificaciones internacionales va a seguir doliendo mientras no exista un compromiso de todas y todos, y en esta parte, en el compromiso y en como uno imagina ser hombre y ser mujer, está la diferencia de una ciudadanía solidaria, conformada por sujetos de derechos comprometidos con el cambio, y una ciudadanía desestructurada y a la deriva.
La ficción (o legislación)
Cómo representación el análisis de la violencia basada en género nos muestra una idilica sociedad que plantea la equidad desde las bases más profundas, ofreciendo sistemas de protección que garantizan el ejercicio pleno a una vida libre de violencia. Una serie de acuerdos internacionales firmados y ratificados por el gobierno mexicano otorgan a la ciudadanía ciertas garantías como sujetos de derechos, del mismo modo que les convierte en una suerte de individuos de deben obedecer las normas planteadas por el conjunto de la ciudadanía. Se ha garantizado tanto la igualdad jurídica de hombres y mujeres como la libertad y la no discriminación. La violencia en cualquiera de sus manifestaciones, por acción u omisión, está duramente penalizada y las penas para los perpetradores están adaptadas a los marcos de garantías de ejercicio de derechos internacionales. Está prohibido el abuso de poder por parte de cualquiera de las instituciones del estado, se entra a revisar la violencia familiar, que antes constituía uso exclusivo del ámbito privado, y nos lleva a proteger a todas las mujeres niñas de cualquier tipo de violencia de donde quiera que venga. El Estado prevé servicios educativos integrales para toda la población, hombres y mujeres, así como acceso a servicios de salud y vivienda, esto repara las carencias que pudiera haber en cuanto a grados de educación secundaria y universitaria, reduciendo o eliminando las brechas, as{i como las garantías de un conocimiento de derechos sexuales y reproductivos por parte de las mujeres, que facilita el manejo de herramientas para, como nos recuerda Matin Hopenhayn, conocer exactamente cuál es la que debemos utilizar, cual es la más apropiada y efectiva si debemos exigir el cumplimiento o la restitución de algún derecho vulnerado. Por supuesto la violencia docente y del personal capacitado en materia de salud queda eliminado y penalizado.
Las políticas públicas se encaminan a facilitar la igualdad y equidad en cuanto a acceso a justicia a través de elaboración de programas efectivos que garanticen protección, atención y salud a las víctimas, así como programas relativos a nuevas formas de entender la nueva masculinidad para a través del compromiso de participación de los varones en los temas referentes al género, lograr un imaginario colectivo que rechaza todo tipo de violencia contra las mujeres y las niñas. La ciudadanía no se puede poner en riesgo, y hay todo un marco normativo que de la mano con los programas nacionales y estatales garantiza los derechos civiles, políticos, económicos sociales y culturales en condiciones de equidad y desde un enfoque de derechos humanos.
Los titulares de las diferentes secretarías competentes se encargarán de velar por este ejercicio de equidad, con atribuciones establecidas y correctamente articuladas.
La realidad
Ya en la práctica, y como categoría, la ciudadanía viene de la mano de una serie de premisas que si bien no son expresamente promotoras de la desigualdad, la permiten y convierten costumbres en leyes, este tipo de costumbres que se perpetúan asombrosamente puede tener diferentes orígenes. México se encuentra entre los seis países con mayor índice de violencia en el mundo, 2 de las 10 ciudades más violentas del mundo se ubican en este país, en la frontera norte, y este país cuenta con leyes aún recientes en materia de protección a la ciudadanía en este tema, podríamos decir que, efectivamente la ciudadanía está en riesgo, o está desestructurada, o socavada, en todo caso, algo pasa con la ciudadanía.
Durante muchos años, razones sustantivamente políticas hicieron que no existiera una sociedad civil fortalecida como la que hoy encontramos en otros países de la región, especialmente en países con Argentina o Perú que vivieron sangrientos conflictos internos que afectaron crudamente la supervivencia de la ciudadanía. México, debido a la influencia de gobiernos asistencialistas con un carácter populista tomado en el sentido más perjudicial de la palabra, logró tener a la población al margen de los asuntos públicos, al margen del conocimientos del destino de los impuestos y con una cierta distancia de la información real de los asuntos políticos delo país. La falta de una sociedad civil organizada se arrastra hasta hoy, donde recién comienza a haber grupos sociales con cierta fuerza y manejo de la exigibilidad de los derechos humanos.
En el tema de género, el feminicidio Mexicano nos ha puesto en la mira en el panorama internacional, siendo monitoreado de cerca por los organismos internacionales de defensa de los derechos humanos.
Tradicionalmente los flujos migratorios han alterado los índices de población, y han generado inequidades por cuestiones de género; pongamos el ejemplo de numerosas maquilas del norte que recibían a elevados número de mujeres, duplicando en ocasiones el número en población de estas en relación a los varones. Esto de alguna manera normalizó los hogares monoparentales compuestos por mujeres solas con hijos e hijas, trabajadoras, que tenían que dedicarse muchas horas a ejercer su labor en las fábricas dejando a la deriva a los niños y niñas, y expuestos a toda una serie de maltratos que fueron siendo incorporados, en diferente medida, hasta hoy. La violencia que viven las niñas no es la misma violencia que viven los niños, así como las exigencias sociales hacia las niñas no son las mismas que se perpetúan hasta hoy hacía los niños. La violencia que viven las mujeres adolescentes, más enfocada y con mayor grado en lo relativo a la violencia sexual, no es la misma violencia que sufren los varones, una mayor violencia física, pero en todo caso en menor porcentaje, por extensión la violencia que viven las mujeres no es la misma violencia que viven los hombres. Como dice Ana María Martinez; el tratar de comparar nuestros grados de violencia no nos iguala sin embargo en nuestras desdichas…
La incorporación de diferentes elementos de jerarquización histórica que se manifiestan de un modo más o menos occidental desde la época de la entrada de los españoles, ha sido uno de los pilares sobre los cuales se establecen las relaciones sociales y se va conformando la ciudadanía, esto que comienza con la asignación económica la capacidad de propiedad de tierras, la toma de decisiones, el manejo de armas, la elección de sexualidad y sumisión sexual de las mujeres hacia los hombre como objetos a su servicio, va evolucionando como ciudadanía, va dando lugar a un duro trabajo de elaboración de leyes de protección, leyes formuladas por varones principalmente, varones crecidos, educados y criados en un mundo donde los hombres no lloran, donde los hombres comen más y primero, y donde las mujeres desde niñas aprenden las consecuencias de no obedecer. Su marco es el derecho internacional, la parte subjetiva, los tecos de cristal, se incorporan duramente en la instrumentalización de estas leyes, en los programas nacionales y estatales, elaborados más por hombres que por mujeres, con enfoque de hombres, de hombres que pertenecen a una ciudadanía aún ciega en estos temas, que por mucho que sea limada por las ratificaciones internacionales va a seguir doliendo mientras no exista un compromiso de todas y todos, y en esta parte, en el compromiso y en como uno imagina ser hombre y ser mujer, está la diferencia de una ciudadanía solidaria, conformada por sujetos de derechos comprometidos con el cambio, y una ciudadanía desestructurada y a la deriva.
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